Título origina: The Candem summer
Autora: LaVyrle Spencer
Género: Histórico romántica
Editorial: Atlántida 1998
No
sé por qué aún me sorprendo ante la calidad de las novelas de
LaVyrle Spencer, pero lo cierto es que libro tras lo hago. Casi como
si la leyera por primera vez y descubriera el increíble don que
posee.
En
comparación con otras de sus historias, puede que Un verano, una
mujer no sea la mejor de ellas. Estoy de acuerdo, pero ¡¡cómo me
ha gustado!!
Más
allá de tratarse de una historia de amor preciosa, pero de amor en
mayúsculas, como lo son para mi todas las de esta autora, creo que
también es una novela que puede atraer por muchas otras razones. Más
allá de que se trate de una historia de amor.
Sin
ir más lejos, creo que se debe a la ambientación. Transcurre a
principios del siglo XX, en Candem, donde nos describe cómo era la
vida en aquel entonces. Aparte de trasladarnos a esa pequeña
población marítima, describirnos sus calles, historia y edificios
más emblemáticos, también nos describe a su gente. La mentalidad
de la sociedad es aún casi victoriana, imperan los prejuicios,
juicios morales y varas de medir de doble rasero. Por otro lado
nos habla de una sociedad que, tímidamente, se adentra en la era
moderna, con la aparición de los primeros teléfonos, los primeros
automóviles... Y es en este cúmulo de innovaciones y pensamientos
arcáicos que tiene lugar la apasionante historia de Roberta
Jewett.
¡¡Me
ha encantado esta protagonista!! Es una mujer valiente, orgullosa,
decidida, tal vez demasiado moderna o adelantada a su época, pues
sin prestar atención a las murmuraciones y críticas que recibe por
su actitud, decide abandonar a un marido infiel y regresar a Candem,
su ciudad natal, como una mujer divorciada. Casi se diría que no
puede haber nada peor por las miradas de soslayo que recibe, las
murmuraciones a su espalda y la ligereza con que se la juzga. A ojos
de los hombres una mujer divorciada es ligera de cascos, amoral,
mientras que ellos, padres de familia y miembros respetados de
Candem, echan sus canitas al aire sin que se les juzgue por ello. Al
contrario, reciben una palmita en la espalda.
En
un principio también Gabriel Farley la juzga erróneamente, como el
resto de hombres. Pero cuando comienza a trabajar para ella,
reparando la ruinosa casa que Roberta ha comprado para vivir con sus
tres hijas, comienza a admirar su coraje y a verla con otros ojos:
como a una mujer valiente que no rinde cuentas a nadie y para quienes
sus hijas son lo más importante.
Gabriel
es viudo desde hace siete años. Su vida se reduce al trabajo, tiene
un negocio de carpintería y reparaciones junto a su hermano Seth, y
a su hija Isobel, una tímida jovencita de catorce años.
Pero
enseguida se ve arrollada por el ímpetu y la alegría desbordante de
las tres niñas Jewett: Becky, Susan y Lydia. Y las cuatro se vuelven
inseparables y así acercan cada vez más a sus padres, reticentes, a
veces parecen sentirse atraídos, otras no llevarse muy
bien...
Podría
contar muchas cosas de esta novela pero lo cierto es que prefiero no
hacerlo, decir solo cuánto me ha gustado.
Es
una historia maravillosa, humana, cercana y dura por momentos, que ha
hecho que me sacudiera por dentro, al ser testigo de la injusticia
que rodea a una mujer por el simple hecho de ser divorciada. Pero
ella no agacha la cabeza, no se dejar avasallar por la sociedad y
vive la vida en sus términos.
Confieso
que he sentido admiración, pero en mayúsculas, por Roberta. He
leído novelas con muchas heroínas que me han llegado al corazón,
pero pocas como Roberta. Es muy fácil ser valiente cuando se tiene
una buena posición económica, respaldo o un status social, pero no
lo es tanto cuando se vive en las circunstancias de Roberta.
Y
como es tan habitual y tan característico de LaVyrle, nos describe a
personajes muy humanos, muy reales, imperfectos, tozudos, valientes
pero con honor. Son humildes, ni Gabriel ni Roberta gozan de una
posición económica muy solvente, con lo que nos cuentan una
historia de amor de personas sencillas, trabajadoras y de buen
corazón.
A
Gabriel lo veo en la línea de otros protagonistas de LaVyrle
Spencer, un hombre rural, serio y trabajador, callado y un tanto
taciturno, pero Roberta Jewett es un torbellino de energía.
No
me extiendo más. En mi opinión Un verano, una mujer es una novela
romántica histórica muy original, por la época en que acontece,
humana por la infinidad de emociones y situaciones que viven sus
personajes y que te transmiten, osada porque convierte a Roberta, un
personaje sencillo y valiente, en alguien a emular y respetar -al
menos desde mi punto de vista- y romántica, pues nos describe un
amor más maduro, que regala a sus protagonistas una segunda
oportunidad para amar. Y no por eso es menos dulce que el de
cualquier otra novela de esta maravillosa escritora.
Sé
que no es la mejor de sus novelas, pero por lo que me ha conmovido y
todo lo que he sentido al leerla, la considero muy
buena.
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