Título: Lo que dure la eternidad
Autora: Nieves Hidalgo
Género: Romántica paranormal
Editorial: Vergara 2008/Zeta 2011
La verde tierra de Irlanda es el
escenario sobre el que se inicia Lo que dure la eternidad. En este
país, envuelto de leyendas, mitos y misterios, se concibe la leyenda
del que es llamado como el Fantasma de Killmarnock.
Después de todo, ¿qué mejor enclave
dónde situar la historia de amor entre Dargo, el señor de
Killmarnock, y Cristina, una joven tasadora de pinturas?
En el S. XVI Dargo Alasdair de
Killmarnock era el primogénito del conde de Killmar, un joven sin
responsabilidades ni preocupaciones importantes que empañaran su
existencia. Se dejaba guiar por sus instintos -a menudo sus más
bajos instintos- y para él las mujeres eran un mero
entretenimiento. Fue una de ellas, su encaprichamiento hacia ésta,
la desencadenante de su triste destino y los que originaron los
hechos que más tarde dieron pie a su propia leyenda…
El 22 de diciembre de 1535, apenas
unos días antes de la Navidad, el castillo de Killmarnock fue
atacado por su más acérrimo enemigo quien, a su paso, asesinó y
masacró a hombres y mujeres indiscriminadamente. Aparte del odio
hacia el conde de Killmar, lo movía la búsqueda de una reliquia
sagrada: la sandalia del hijo de Dios, que desde tiempos
inmemoriables se encontraba bajo la custodia del señor de las
tierras de Killmarnock.
El propio Augustus, conde de Killmar,
fue abatido bajo la espada de su rival cuando se negó a desvelar su
paradero. Ausente, Dargo no pudo evitar la matanza y eso encolerizó
a su propio padre quien, con su último aliento de vida, lo maldijo a
vagar como un fantasma errante entre los muros de Killmarnock, una
vez llegara la hora de su muerte.
Casi quinientos años después, en
pleno S.XXI, Cristina Ríos, es una joven tasadora de obras de arte
que es enviada a Dublín para tasar las pinturas del actual conde de
Killmar: Kevin Dargo Killmar.
Nada más verlo, Cris siente una
animadversión inmediata hacia el actual señor de Killmarnock, ya
que éste le parece frío, déspota y un ególatra insufrible.
Pero poco después realiza el más
asombroso de los descubrimientos: nota la presencia del legendario
fantasma de Killmarnock entre los muros del castillo.
Aunque en un principio trata de
convencerse de que no es más que producto de su imaginación tras
oír en innumerables oportunidades la leyenda del fantasma, no tarda
en comprender -aunque la lógica no parezca tener lugar en ello- que
realmente existe un fantasma, que no es otro que el alma penitente de
Dargo Alisdair Killmar.
En ocasiones, logra incluso vislumbrar
su rostro cuando éste se materializa ante ella. Pero en realidad no
es más que producto de la magia del fantasma. Éste no posee cuerpo,
sólo un alma desgarrada por los remordimientos y la culpa, un alma
que lleva vagando durante cinco siglos entre los muros de
Killmarnock.
Mientras realiza su trabajo como
tasadora un vínculo nace entre ella y Dargo, y tras éste una
atracción y el descubrimiento de unos sentimientos que no tienen
cabida entre ambos. Después de todo, ¿cómo puede enamorarse del
fantasma de un hombre muerto cinco siglos atrás?
Cristina comprende que, tal vez, su
amor por Dargo sea imposible, pero sí que existe una posibilidad de
salvar su alma. Para ello debe desentramar el contenido de la leyenda
y hallar el modo de romper la maldición.
Mientras trata de liberar a Dargo de
su errar eterno, extraños robos se suceden en el castillo a manos de
alguien con oscuras intenciones…
Lo que dure la eternidad es una novela
que reúne los suficientes alicientes y elementos como para atraer el
interés de cualquier lector de novela romántica: leyendas,
maldiciones, guerreros irlandeses, villanos despiadados y una
historia de amor más allá de la eternidad. Por todo ello, es una
historia que, en mi opinión, deja huella.
La trama transcurre mayormente en la
época actual, después de que la maldición sea lanzada sobre Dargo,
aunque hay unos fragmentos en los que conocemos el origen de la
maldición lanzada sobre Dargo.
Las escenas que relatan el pasado,
concretamente la noche de la masacre de la familia Killmar, por la
crudeza, dolor e impotencia que reflejaban, son impresionantes y son
un inicio asombroso y trepidante para una novela, intensa de
principio a fin.
Dargo es un protagonista con muchas de
las características de los héroes del género romántico, sobre
todo carismático, por lo que cala muy hondo en el lector: es un
hombre de aspecto viril y atractivo, con un carácter impetuoso y
granuja, pero con profundos principios a pesar de sus devastadores
errores.
Cristina es una joven con la que
fácilmente podemos identificarnos porque es un mujer del siglo XXI,
una mujer profesional, independiente, tozuda, liberal y con un
carácter muy fuerte. Aunque también es cierto que al iniciarse la
novela está comprometida, sin desearlo, con un joven elegido por su
familia.
No obstante, su estancia en Irlanda
le sirve no sólo para descubrir el amor, sino también a sí misma.
La relación entre Dargo y Cristina
empieza como una lucha de voluntades: el fantasma trata de
ahuyentarla de sus dominios, que ve amenazados, y la eficiente y
lógica joven trata de explicar racionalmente los extraños fenómenos
qué suceden entre aquellos muros.
Pero ésta da paso a infinidad de
tiras y aflojas entre ambos, en los que la tensión y una intensa
atracción está siempre latente hasta que estalla finalmente.
Uno de los puntos más divertidos son
las continuas disputas verbales entre la pareja protagonista. Somos
testigos de cómo, poco a poco, Dargo va amoldándose a las
expresiones, vocabulario y costumbres de la época moderna (pese a
que inicialmente sólo le falta hacerle a Cristina un exorcismo al
verla y oírla). Y por supuesto, entre ellos nace una historia de
amor tierna pero a la vez apasionada con diálogos conmovedores y
escenas inolvidables.
Como dije previamente, creo que Lo que
dure la eternidad es una novela que envuelve fácilmente en su
lectura, donde encuentras una trágica leyenda, una maldición a
romper, una reliquia sagrada y un amor -que se supone imposible-
entre un fantasma irlandés y una joven española. Elementos que, a
mi parecer, enriquecen y crean una atmósfera que te arrastra a la
lectura, en una ambientación con muestra la misma madurez y
experiencia exhibidas por las autoras clásicas y consagradas en el
género romántico.
Pero tiene un aliciente añadido a
cualquier escritora anglosajana: está escrito originariamente en
español y eso, sin duda, se aprecia en la lectura y la riqueza de la
narración, que te garantizan la esencia propia de su autora, Nieves
Hidalgo. Esto es algo que, en mi opinión, las traducciones no logran
reflejar en ocasiones.
En pocas palabras, son sus personajes
carismáticos, la exuberante Irlanda como telón de fondo, y la
belleza de esta historia de amor, los ingredientes que para mí la
hacen una novela inolvidable.
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