Titulo original: Trouble at the wedding
3º Plantadas en el altar
Autora: Laura Lee Guhrke
Género: Romántica histórica
Editorial: La romántica booket
Fecha de publicación: Octubre 2013
Annabel
Wheaton está a punto de casarse, aunque el amor no forma parte de
sus planes. Bien sabe ella que sólo conduce a un corazón roto. Su
prometido es Bernard Alastair, el Conde de Rumsford, un noble
empobrecido, necesitado del dinero que el enlace con la joven
heredera americana le reportará. A cambio, Annabel conseguirá el
respeto que sólo un título aristocrático puede darle y, con ello,
logrará que su hermana menor, Dinah, sea recibida con los brazos
abiertos por la sociedad londinense; no como le sucediera a ella en
su presentación en sociedad, allá en Nueva York.
Abordo
del transatlántico que los conduce de Nueva York a Londres, Annabel
y Rumsford celebrarán su matrimonio, una unión sustentada en un
respeto y aprecio mutuos.
El
problema subyace en que el tío de Annabel, no ve con buenos ojos la
elección de marido que ha hecho su sobrina y está dispuesto a echar
mano de todos los recursos a su alcance para evitar que su adorada
sobrina cometa el que considera será el mayor error de su vida.
Para
ello cuenta con un alocado y arriesgado plan de nombre Christian Du
Quesne. Du Quesne es el nuevo duque de Scarborough, tras la muerte de
su hermano mayor, pero como Rumsford, tiene las arcas vacías. Arthur
Ransom le ofrece medio millón de dólares si logra hacer cambiar de
parecer a Annabel y, evitar así, que se case con Rumsford.
Christian
sufrió en sus propias carnes a dónde conduce un matrimonio
concertado, sin amor, basado en el deber a su familia. Cree que la
tarea de disuadir a la americana de que cometa el error de casarse
con el conde de Rumsford no será muy complicada. Después de todo
conoce bien a Rumsford, un aristócrata pomposo y arrogante que, con
sus infidelidades e indiferencia, poco a poco, irá extinguiendo la
luz que desprende Annabel.
Ya
abordo del Atlántico, comienza a acercarse a la americana,
instruyéndola en la vida de la nobleza, las normas latentes y la
cruda realidad de los matrimonios ingleses; tal vez exagerando un
poco, puede ser, pero lo hace por el bien de la joven, se dice.
Sin
embargo, poco a poco comienza a sentirse atraído por la mujer cuyo
matrimonio debe impedir. Ya no sólo es cuestión de dinero, sino que
la idea de verla atada a ese vanidoso y altanero de Rumsford le
resulta insoportable.
Finalmente
logra su cometido; el resultado es una boda suspendida y una novia
plantada en altar.
Para
salvar el honor de la dama, un caballero haría la proposición
correcta. Pero, Christian Du Quesne, el duque de Scarborough, no se
jacta de ser un caballero precisamente y, en su lugar, opta por
buscar otra alternativa...
Leer
una novela de Laura Lee Guhrke siempre me deja con una sonrisa en los
labios, como Campanadas de boda, la tercera de las historias que
componen la saga Plantadas en el altar.
Se
trata de una historia sencilla pero impregnada de la dulzura y
sentido del humor intrínseco a la magistral pluma de Laura Lee
Guhrke.
Ambientada
a comienzos del siglo XX, Campanadas de boda comienza su travesía
abordo de un transatlántico, donde se conocen Christian Du Quesne y
Annabel Wheaton.
La
pareja son un claro ejemplo del tipo de matrimonios tan en boga en
esa época: aristócratas ingleses arruinados que buscan dinero
fresco gracias al enlace con herederas americanas de gran fortuna,
pero sin el abolengo de un título.
El
nuevo duque de Scarborough es uno de esos nobles, pero éste en
particular no busca esposa, pese a que ahora es su deber perpetuar el
nombre de los Du Quesne. Algo que es reacio a hacer. Quince años
atrás, cumpliendo los deseos de su familia, se casó con una
jovencita americana, y el matrimonio fue un desastre que le dejó
cicatrices de por vida.
Annabel
es una joven heredera, cuyo padre, un alocado y soñador americano,
amasó una gran fortuna gracias a la explotación de minas de oro.
Pero ni siquiera el dinero logró que a ojos de la alta sociedad
neoyorquina se la considerase digna de ser acogida en su seno.
Herida
por ello, así como por el fracaso de su primer amor, Annabel no
aspira a casarse por amor. Sólo busca respeto y estabilidad. Y cree
haberlas encontrado en el Conde de Rumsford hasta que el apuesto
Christian Du Quesne irrumpe en su vida.
Campanadas
de boda comienza a desarrollarse en un entorno original, novedoso y,
gracias a ello, y a la química entre Christian y Annabel te va
atrapando a medida que tienen lugar encuentros a escondidas en el
transatlántico, donde el duque Scarborough instruye la americana en
las normas de la sociedad inglesa. Miradas furtivas y conversaciones
susurradas en las bodegas del barco despiertan entre los jóvenes
sentimientos que no tienen cabida en sus planes.
Es
cierto que, tras atracar en Londres, el entorno cambia radicalmente y
nos encontramos entre los salones de bailes, reuniones y enclaves
habituales en la capital inglesa, con lo que el marco donde
transcurre la novela no difiere del de otras. Pero es una historia
que a mí, sinceramente, me ha embelesado de principio a fin.
En
mi opinión -al menos es la sensación que me ha provocado- entre
Annabel y Christian existe una corriente que traspasa el papel. Los
sentimientos palpitan y parecen cobrar vida a medida avanza la
lectura.
Forman
una pareja peculiar pero de esas que no puedes imaginar el uno sin el
otro.
Annabel
es irreverente, alocada y osada, pero bajo esa apariencia fría y
determinada que muestra, se esconde un corazón vulnerable aún
marcado por las heridas del pasado. Bajo la fachada despilfarradora e
irresponsable de Christian Du Quesne, también, se agazapa un hombre
acosado por remordimientos, que no confía en hacer feliz a una mujer
tan vibrante y apasionada como Annabel.
Dejando
de lado ese inicio abordo del barco, tal vez la novela no puede
parecer ingeniosa en demasía, pero a través de mano y la pluma
prodigiosa de Laura Lee Guhrke, se nos cuenta una preciosa historia
de amor, donde sus protagonistas descubrirán que aun bajo la niebla
y la lluvia de Londres brilla el amor; incluso para dos seres
desconfiados que no creen en el amor eterno.
Como
siempre que termino una novela de Laura Lee Gurhrke, aún con los
sentimientos a flor de piel, embelesada por la sencillez y ternura
que desprenden sus libros, debo decir que es un placer indescriptible
leer novelas como ésta, que terminas con una sonrisa en los labios;
novelas que te hacen seguir creyendo en la magia de la novela
romántica.