Título original: Dead right
3º Stillwater
Autora: Brenda Novak
Género: Suspense romántico/Thriller
Editorial: Harlequín
Fecha publicación: 2009
Al
contrario que los habitantes de Stillwater, Madeline Barker no creía
que su madrastra y hermanastros tuvieran nada que ver con la
desaparición de su padre, acontecida veinte años atrás. Sin
embargo, nunca ha sido capaz de abandonar la esperanza de averiguar
qué sucedió aquella noche que no regresó a la granja. Maddy
siempre ha defendido que el reverendo Barker no abandonó
voluntariamente a su hija. Tras la muerte de su madre biológica,
cuando tenía sólo diez años, él era toda la familia que tenía
hasta que los Montgomery llegaron a su vida.
Cuando
el coche de su padre aparece en la presa, la luz de la esperanza
brilla para Maddy, pues se reafirma en que eso demuestra que su padre
no se marchó de Stillwater. Sin embargo, cuando la policía abre el
maletero, en su interior aparece una maleta que contiene algunos
objetos que dan un vuelco al caso. Ya no sólo se habla de asesinato,
sino que la palabra pederastia se oye con fuerza.
El
nuevo jefe de policía promete a Maddy hacer todo cuanto esté en su
mano para descubrir la verdad. No es que exculpen a Clay, pese a que
tenía dieciséis años en aquel entonces, pero una nueva hipótesis
cobra fuerza: tal vez el reverendo fue asesinado cuando trató de
entregar a la policía a un parroquiano pederasta.
Sin
contar con la aprobación de Clay, Grace, Molly e Irene, que la
instan a no hurgar más, Maddy contrata a un investigador privado.
Cree que sólo alguien ajeno a sus vidas, con una visión más
objetiva será capaz de ver lo que los habitantes de Stillwater no
ven. El investigador privado al que contrata es Hunter Solozono, un
hombre con su propio infierno personal. Antiguo policía y recién
divorciado, acepta el caso para alejarse de California, herido por el
rechazo de su única hija.
Poco
tarda Hunter en comenzar a descubrir hechos perturbadores y
escalofriantes que podrían ayudar a encontrar la verdad como que Eliza,
la madre de Maddy, no se suicidó, o la verdadera naturaleza de su
padre. Pero, tal vez, se percata, Hunter, esa verdad no dé la paz
que Maddy busca...
De
las tres novelas que componen la saga de Stillwater, ésta es, sin
duda, la más dura de ellas. Tengo que confesar que he estado tentada
de cerrar el libro en varias ocasiones, pues aunque ya conocíamos en
líneas generales qué escondía el reverendo, tanto la aparición de
pruebas, como el testimonio y recuerdo de testigos y cómplices
propician escenas de tal descripción gráfica que me ha resultado
repugnante. Es cierto que la autora lo describe de manera escueta,
con distancia, casi de un modo aséptico, pero tratándose del tema
del que hablamos es desagradable de leer. Para mí lo es.
Pese
a ello la historia me ha gustado. Lo cierto es que desde que leí la
novela de Grace quedé atrapada por estos libros y quería conocer la
resolución del caso.
Aparte
del tema de la pederastia en sí, también tengo que confesar que el
personaje de Maddy me ha desconcertado en ocasiones. Entiendo su
reticencia a cerrar el caso, a olvidar y su necesidad de descubrir
qué le sucedió a su padre. Sin embargo, según avanza la novela y
nos percatamos de la existencia de personas -además de los
Montgomery cuyo silencio es entendible- que conocían la depravación
del aparente pilar moral de la comunidad, no he podido pensar ¿pero
es que nadie vio ni sospechó nunca nada anormal en ese hombre?
Sí,
sé que habla mi lado incrédulo y desconfiado, pero es que poco a
poco van saliendo a la luz hechos o detalles que varias personas
vieron.
Pero
admito que el tema del que trata la novela me desagrada profundamente
y eso me hace desconfiar de tanta ignorancia. No lo puedo evitar.
En
esta novela Maddy se nos presenta como una mujer mucho más
vulnerable y solitaria de lo que pareciera en las anteriores. Además
no puede evitar sentir desconfianza hacia Clay, Irene o incluso
Grace. Es una mujer con miedos, con temores, incapaz de dejar atrás
al pasado y, por ello, se aferra a cualquier cosa que le ayude a
mantenerlo vivo.
Me
ha gustado especialmente el personaje de Hunter Solozano. Es un
hombre que pese a su juventud ha pasado por otra clase de infierno:
un divorcio duro, una ex-esposa que trata de sangrarlo económicamente
y que utiliza a la hija de ambos para ponerla en su contra.
Hunter
se nos describe como un hombre desconfiado, que trata de superar su
dependencia al alcohol y encauzar su vida para recuperar a Maria, su
hija.
Por
eso acepta el caso del reverendo Barker, pero, al hacerlo, entra a
formar parte del entorno de Maddy y, sin saberlo, su vida toma un
rumbo nuevo porque así nace su historia con Maddy.
En
esta tercera entrega la trama romántica es la más débil de las
tres. El peso de la novela recae mucho más sobre la investigación
de Hunter y Maddy, sobre los hechos acontecidos veinte años atrás,
sobre los nuevos acontecimientos que suceden, ya que aparecen algunos
personajes que no tenían ningún protagonismo hasta ahora y que
arrojan una nueva luz a todo. Por el contrario, el personaje de Joe
Vincelli se desdibuja, ya no es el antagonista enfermo de odio que
enturbiaba todo. En su lugar aparecen varios sospechosos.
Evidentemente
los Montgomery continúan siendo claves en la historia. Clay, una vez
más, se encuentra bajo el foco de la acusación. En ese aspecto,
pese a estar casado con Allie y formar una familia junto a Whitney,
nada ha cambiado demasiado. Irene y Grace también tienen pequeñas
apariciones.
Pese
a lo que cuento, la novela me ha gustado. Pero también es cierto que
el tema que cuenta en ocasiones me ha impedido disfrutar de la
lectura y, reitero, la trama romántica se desdibuja un poco. Sin
embargo, creo que estamos ante una trilogía apasionante que te
envuelve con personajes oscuros, turbios, con almas atormentadas, con
pasados amargos y, también, con tres historias de amor, cada una en
su estilo, que no te dejan olvidar que estás ante una novela
romántica.
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